No todo iba a ser pan y rosas a la hora de organizar el viaje. Hoy nos hemos dado contra la triste realidad de comprar un billete de avión por Internet. Es más o menos, como poner una queja a través del servicio de Telefónica pero con vuelos. Es decir, una máquina te mantiene en espera durante media hora hasta que al final la conexión se corta. A continuación, te pasan con un buen número de operadores que no tienen mucha idea de lo que les hablas. También tienes que rellenar un mismo formulario hasta la saciedad para que al final la conexión se quede colgada o que la página no acepte nuestra tarjeta de crédito como nos ha pasado.
Llevamos un par de días, intentando comprar una oferta por Internet y cuando estamos a punto de comprarla, la oferta desaparece por arte de magia. Lo peor de todo es que a las dos horas vuelve a aparecer pero los operadores nos dicen que esa oferta no existe. Es lo que tiene sumergirse en los paraísos artificiales de la realidad virtual. Además, parece que Qatar airways te está haciendo un favor por que vueles con ellos porque la telefonista no coge el teléfono, el vuelo dura 28 horas (entre vuelo, escala y vuelo) y encima tienes que pagarle un visado turistico de 20 dólares por quedarte 12 horas en su terminal. Además, sólo puedes comprar con tu tarjeta de crédito ya que si la compras con el de un familiar o amigo, no te dejarán subir al avión. Una auténtica locura. Ahora que lo pienso, si Frank Kafka hubiera nacido en el siglo XXI, el argumento de sus libros no vesarían sobre convertirse en escarabajos gigantes sino en comprar un billete por Internet.
Al final el problema era de la tarjeta. Tenemos que ir al banco mañana para ampliar el crédito. Hoy también hemos ido para conseguir la firma electrónica. La pseudocompra (al final no hemos comprado nada) me ha dejado exhausto. Seguiremos mañana. A ver si mañana tenemos más suerte.
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