Y no. Chavez, con algún afán de protagonismo que le es tan innato como inconveniente, no ha venido contribuyendo con sus ataques a Colombia, predicciones y amenazas, a la paz, la hermandad o nada que se le parezca con ese pueblo. Tampoco este tipo de discursos tan excesivos en su tono contribuyen a la credibilidad internacional de su figura como presidente y como líder de la izquierda que aspira a ser en todos los foros en los que participa.
Ecuador, caso contrario, tomó incluso distancia prudente de las declaraciones de su aliada Venezuela, y mantuvo bastante silencio más allá de hablar de lo lindo y conveniente que sería un acuerdo humanitario.
Sin embargo, para sorpresa de todos los que veíamos con más agrado la posición ecuatoriana que la venezolana, en pocas horas hasta aquí nos encontramos con que ellas se fueron acercando, y resulta que el motivo no fue sólo político sino, y sobre todo, fáctico. Colombia, con los fines que fueran y cuya legitimidad no queremos juzgar, bombardeó, sin permiso, territorio ecuatriano.
Desde las perspectiva del dercho internacional, esto, por si solo, puede constituir un acto de guerra. Sobre Ecuador, claro está, no sobre Venezuela. Pero sabemos que la desestabilización es fácil de provocar y de sumar apoyos y contrarios en la confrontación pero difícil de detener una vez que los apoyos se suman. Y que en una región que ha mantenido razonablemente la paz consigo misma, accionar contra la misma de modo tan flagrante no parece del todo acertado. De pronto, la verba de Chavez pierde relevancia y queda adelante el accionar del gobierno Colombiano, que de lo excesivo de Chavez, pasa a lo ilegal y afrentuoso.
Y Ecuador rompe relaciones. Y Colombia denuncia como contactos de Ecuador con las FARC un ofrecimiento de intermediación política del presidente Correa. se empaña y empaña el panorama, al tiempo que ofrece unas disculpas dignas de las que ofreció Martin Taylor despues de darle esta patada a Eduardo Da Silva.
Francia ofreció durante muchos años, asilo de hecho a dirigentes etarras en su territorio, a cambio de que no realizaran operaciones dentro del mismo. Cambiar esta política costó a España años y años de esfuerzos diplomáticos con sus pares franceses. Nunca jamás pensó político alguno español poner un tiro en terriotorio francés sin permiso del estado galo. Hubiera el motivo de política interna que hubiera, y aunque se escondiera en esas tierras el 1 de esa organización. Lo contrario hubiera motivado una respuewsta enérgica de la comunidad internacional y probablemente bélica de Francia. Pero ni Francia ni España se declararon jamás ni actuaron de modo alguno en pos de una acción de corte bélico.
El problema es que nuestro caribe sudaméricano sigue siendo territorio más sanguíneo que la gélida Europa. Y que a la comunidad internacional, que estas cosas le pasan tan lejos, le chupamos un huevo.
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