4 de enero del 2008. Un día que nos sorprendió con sus trampas, contradicciones y empujones hacia el vacío de todos y el vacío de ella misma. Pensé, entonces, que para llenarlo el punto de partida podría ser cualquier cosa, cualquier momento, lo que el silencio impuesto pudiera hacernos sentir. Un punto de inicio para hablar sin detenerse, para expulsar demonios y fantasmas y encontrar juntos un exorcismo que nos redima concediéndonos el perdón, recuperándonos la esperanza que se pretende perdida con nosotros en ella.
Atisbando sobre el vacío del próximo lunes por la mañana, hago lo mismo que muchos, de seguro, estamos haciendo: preguntándonos hasta cuándo toleraremos los atropellos del poder. Hoy por hoy fue una jornada histórica por y para la democracia. Para eso estuvo ahí, en ese presuntuoso monopolio llamado Radiópolis. Para eso Carmen Aristegui y su equipo volaron, para ir por nosotros, para dar voz a quienes no la tienen, para quitarle al camino los abrojos porque en alguna parte está el pueblo del Sol con todo lo que somos, con todo lo que siempre hemos sido, con todo lo que seguimos siendo.
Hoy, frente a este vacío, sabemos que estábamos perdidos; sabemos, igualmente, que nos estábamos yendo, extraviándonos y adentrándonos, cada vez más, en un estrecho y oscuro pasaje de ignorancia, de mentiras, de impunidad, seguros de que, de seguir por ahí, más temprano que tarde acabaríamos en el espacio del olvido, de la desmemoria, del abandono. Nos moriremos sin remedio para, quizá, renacer en algún pueblo parecido, más no igual a nosotros mismos, una nación gobernada por la amargura y la rabia.
Lo que hace reaccionar en la urgencia de hacernos presente es esa voz en ti, querida Carmen, tan llena de verdad, tan colmada de sorpresa. Tu voz es nuestra voz. Tu voz es la voz de Ernestina Ascencio, la del pueblo de Oaxaca, la de las víctimas de los pederastas con sotana, la de Andrés Manuel… la voz de los derechos humanos, la que escuchó a unos y a otros porque nadie puede decir que tus micrófonos no fueron plurales.
Lentamente, hablando “de lo que duele”—como tú lo expresas—cavamos en el pasado y lo resucitamos. Descubrimos, junto a ti, lo que podemos lograr aún, lo que podemos curar y reparar, porque el deseo de lucha, de justicia, de transparencia sigue vivo y creciendo.
Tenemos la inmensa necesidad de verdad, de corregir la sinuosidad del camino de la tan vilipendiada democracia mexicana, de que en nuestra voz existan las palabras que alivien el dolor de nuestra gente, para devolverle la certeza de un compromiso auténtico forjándoles un espíritu crítico, sacándolos de esta ignorancia en la que la ignominia del poder los quiere someter.
Unos criados de alcurnia han silenciado tu voz. Los Zavala, los Moreno, los Fox, los Sahagún, los Calderón, los de Prisa y los de Televisa… pobrecitos ricos que lo único que tienen es su propio servilismo ante el poder.
Del tal Daniel Moreno, director de contenidos en arrogantemente llamada Radiópolis, se dice que fue despedido de la dirección general de Excélsior porque no siguió la línea editorial, sino que se inclinó al protagonismo político. Y Prisa, otro monopolio español, ha tenido querellas porque ha insistido en sus ataques en contra de la libertad religiosa y el Partido Popular. Detrás de Moreno, Nachito Zavala, nombrado representante del consorcio Prisa apenas Calderón asumió la presidencia.
No olvidemos que Nachito fue el artífice de la estrategia de medios para demostrar, auxiliado por “La Paca”, que Raúl Salinas asesinó a Manuel Muñoz Rocha, amén de que armó tremendo alboroto jactándose de una orden de aprehensión contra del Subcomandante Marcos cuando fue Director de Comunicación Social de la PGR. Ahora es el flagrante director de la Editorial Santillana—también perteneciente a Prisa—aquí en México. ¿Cuál será su próxima “estrategia”? ¿La privatización de los libros de texto gratuitos?
Tu propio vacío es también nuestro. Sabemos que este lunes llevarás, después de muchos años, al pequeño Emilio al colegio. Sabemos que sigues por ahí, en espera de una tribuna que no esté condicionada a los intereses de monopolios—con todo y sus lacayos incluidos--. No es alentadora la planilla que nos queda para “informarnos”. Puras estrellas, puros divos del circo informativo, los mismos que se desgarraron las vestiduras aquel vergonzoso 11 de septiembre cuando, como una manada, hicieron acto de presencia ante los senadores para exigir el respeto a la libertad de expresión, esos que se hicieron dueños de una estación televisiva gracias a las mieles que recibieron del Fobaproa, esos que arman campañas para desprestigiar a los legisladores porque, con la reforma, sus vacas se van a quedar flacas.
Qué infinita necesidad de construir un puente en el punto en el que se ha fracturado nuestro camino. Los silencios incómodos y mentirosos, los enojos reprimidos, el dolor punzante de la injusticia, han erosionado el camino y nos estamos hundiendo en arenas movedizas. Las lágrimas de nuestra gente, ésa a la que se le violan los derechos un día y otro también, hacen surcos de sangre en la cara y jirones al alma. Los días deben comenzar a desfilar de otra manera. La rutina debe cambiar de escenario para que la opresión no sea la misma, para que la determinación a no dejarnos ahogar por la rabia se levante ante nosotros con el orgullo de un animal herido. Hay demasiadas cosas con las que luchar a diario; cosas que se quedan grabadas en lo más íntimo. Los significados. Las razones.
Este sí ha sido un acto terrorista contra la libertad de expresión, contra el derecho de conocer la verdad de lo que ocurre en esta nación. Ha sido mirar a los ojos a la muerte. Sentir y escuchar su profundo silencio, quieto. A veces desolador, en ocasiones melodioso. Acaso no es que haya disminuido su tamaño, sino que, quien la ve, se da cuenta de su diminuta dimensión en esta vida que solo es eso: vida.
La resignación es la muerte cerebral del alma y la esperanza es el motor del ser humano.
El lunes por la mañana llenarás tu propio vacío al llevar a tu hijo a la escuela. Otros lo llenaremos haciendo camino contigo y limpiando lo que estos lacayos de alcurnia nos han venido a ensuciar: la democracia y la libertad de expresión.
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